WindRunner: la nueva apuesta de la USAF para carga volumétrica
El WindRunner podría entregar cuatro F-35C o seis CH-47 en zonas remotas, sin reabastecimiento ni desmontaje.
La propuesta de Radia busca resolver el cuello de botella logístico que enfrentan EE. UU. en el movimiento aéreo de sistemas de gran volumen, sin reemplazar a los gigantes históricos como el C-5 Galaxy, pero sí reforzando su legado con una solución adaptada a los desafíos del siglo XXI.
El panorama estratégico actual ha puesto en evidencia una limitación estructural de la movilidad aérea militar: no es el peso, sino el volumen lo que representa una limitante a la capacidad operativa real del transporte aéreo. Las aeronaves de carga existentes, aunque potentes, ya no logran responder con eficiencia a las necesidades de proyección rápida de sistemas de grandes dimensiones físicas. Es en este contexto que la empresa estadounidense Radia presentó formalmente su aeronave WindRunner en configuración militar, durante la Air, Space & Cyber Conference 2025.
Se trata de un proyecto de aeronave de gran porte, optimizada no para levantar mas toneladas que el resto, sino para transportar cargas volumétricas integradas, es decir, equipos y sistemas que por sus dimensiones físicas no pueden ser embarcados en aeronaves convencionales sin desmontaje.
Capacidad volumétrica en primer plano
El WindRunner para Defensa ofrece un volumen interno superior a los 6.800 m³, lo que representa aproximadamente 12 veces el volumen útil de un C-17 Globemaster III y cerca de 7 veces el de un C-5M Super Galaxy. Esta capacidad permitiría, por ejemplo, trasladar seis helicópteros CH-47 Chinook o cuatro convertiplanos CV-22 Osprey completamente ensamblados y listos para entrar en operaciones en el momento del aterrizaje.

Más aún, el WindRunner podría transportar hasta cuatro cazas F-35C o F-16 en configuración completa, sin necesidad de reabastecimiento en vuelo, ampliando así las opciones para despliegues inmediatos, rotación de escuadrones o evacuación técnica sin demoras.
En comparación con las plataformas actuales, el WindRunner permite prescindir del desmontaje y reensamblaje de equipos sensibles, un proceso costoso en tiempo, recursos humanos y riesgo operacional, especialmente crítico en entornos contestados o de acceso restringido.
De lo civil a lo dual
Radia comenzó el desarrollo del WindRunner en 2016 con un objetivo civil: transportar componentes sobredimensionados para el sector energético —por ejemplo, palas de aerogeneradores—. Pero su evolución hacia una plataforma de doble uso fue casi natural, impulsada por el creciente interés del Departamento de Defensa de EE. UU., con el que firmó un acuerdo de investigación y desarrollo cooperativo (CRADA) en 2025.
Ese acuerdo, suscripto con el Comando de Transporte de EE. UU. (USTRANSCOM), apunta a evaluar el rendimiento del WindRunner como complemento logístico para el movimiento de sistemas volumétricos críticos, desde radares de largo alcance hasta hospitales de campaña, pasando por cápsulas espaciales o lanzadores reutilizables.
Pensado para el teatro del Indo-Pacífico
El WindRunner ha sido diseñado para operar desde pistas no preparadas de al menos 1.800 metros de largo, incluyendo superficies no pavimentadas, lo que lo hace ideal para entornos donde la infraestructura aeroportuaria es limitada o ha sido degradada. Es decir, está pensado para actuar en los márgenes del teatro de operaciones, bajo los conceptos de Agile Combat Employment (ACE) y distribución operativa.
Su arquitectura le permite operar sin necesidad de equipos de carga especiales ni infraestructuras dedicadas, facilitando su integración tanto en bases aéreas avanzadas como en aeródromos improvisados, algo fundamental para sostener operaciones conjuntas o combinadas en regiones como el Indo-Pacífico, pero también muy útil en escenarios como el Ártico o Europa del Este.
No reemplazar, sino reforzar y aliviar
El general retirado Mike Minihan, excomandante del Air Mobility Command de la USAF, sintetizó la visión del Pentágono: “No se trata de reemplazar al C-5, sino de retirarlo con inteligencia, descargando parte de su carga en socios comerciales que pueden ofrecer volumen, disponibilidad y flexibilidad”. Hoy, la tasa de disponibilidad operativa del C-5 apenas supera el 50%, mientras el C-17 cumple misiones para las que no fue concebido, estresando una flota ya envejecida.

El WindRunner no apunta a sustituir a estas leyendas, sino a complementarlas con un modelo operativo radicalmente distinto: servicio bajo demanda, gestionado por un actor comercial, pero integrado a la planificación militar, en línea con los principios del Civil Reserve Air Fleet (CRAF).
Este modelo no solo amplía las capacidades de respuesta del Pentágono y sus aliados, sino que representa una solución flexible y escalable ante picos de demanda logística, crisis humanitarias o emergencias globales.
Capacidades anunciadas del WindRunner
Entre las capacidades operativas destacadas por Radia se encuentran:
- Carga de sistemas completos sin desmontaje, como cazas, helicópteros o radares.
- Capacidad de entrega directa a zona de operaciones de unidades especiales como los CV-22.
- Reducción de horas de vuelo y menor complejidad logística, al trasladar sistemas enteros listos para operar.
- Compatibilidad total con equipos terrestres estándar.
- Soporte a operaciones espaciales, facilitando el traslado de cohetes, vehículos de recuperación y cápsulas reutilizables.
- Primer vuelo previsto hacia finales de la década, utilizando componentes certificados de probada confiabilidad.

Un cambio estructural en la movilidad estratégica
La capacidad de proyectar fuerzas no se define únicamente por la cantidad de aeronaves disponibles, sino por lo que pueden mover, cómo lo hacen y cuán rápido puede ejecutarse una operación completa. El WindRunner representa una apuesta concreta por resolver el verdadero cuello de botella de la movilidad aérea del siglo XXI: la dimensión física del equipo moderno.
El Pentágono, consciente de que sus capacidades logísticas tradicionales enfrentan límites estructurales, evalúa seriamente esta nueva alternativa. Y lo hace sin nostalgia ni romanticismo: la necesidad es concreta, el entorno operacional no espera, y la capacidad de maniobrar con libertad —especialmente frente a potencias como China— depende de contar con soluciones listas, flexibles y escalables.
En ese sentido, el WindRunner no parece una apuesta alocada, sino una respuesta industrial concreta a un problema militar real.
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