España elige autonomía europea y congela compra de cazas F-35
La Armada quedará sin ala embarcada de ala fija tras el retiro de los Harrier sin acceso al F-35B
El Gobierno español ha descartado formalmente continuar las gestiones para la adquisición de cazas F-35 Lightning II, tanto en su versión A como B, y ha decidido centrar el grueso de la inversión en defensa en programas de origen europeo. Según reveló el diario El País, el proceso de análisis iniciado años atrás, que incluía una Request for Information (RFI) enviada a Lockheed Martin y una partida presupuestaria inicial de 6.250 millones de euros, ha quedado suspendido sine die.
La medida, en línea con el compromiso de destinar el 85% del presupuesto de defensa a la industria europea, pone fin a la posibilidad de incorporar hasta 50 F-35 —25 F-35A para el Ejército del Aire y 25 F-35B para la Armada— como solución puente hasta la entrada en servicio del Future Combat Air System (FCAS) europeo, prevista recién para 2040 en el mejor de los casos.
¿De portaaviones a portadrones?
La negativa a adquirir el F-35B afecta de lleno a la Armada Española, que proyecta dar de baja sus AV-8B Harrier II+ en torno a 2030. La extensión de su vida útil está descartada: se trata de aviones con más de cuatro décadas de servicio, y sus únicos socios restantes —Estados Unidos e Italia— ya han iniciado su retiro, lo que generará una escasez crítica de repuestos y soporte logístico.
Sin aviones STOVL actualmente en producción más allá del F-35B, y ante la ausencia de un reemplazo directo, la Armada quedará sin ala embarcada de ala fija. Desde el buque Juan Carlos I solo podrán operar helicópteros, lo que implica una pérdida significativa de capacidades de ataque más allá del horizonte y superioridad aérea en entornos navales.
Como alternativa de largo plazo, Navantia ya trabaja en un estudio de viabilidad para el desarrollo de un nuevo portaviones con pista corrida y gancho de apontaje, que permitiría operar cazas convencionales como el Rafale M. Sin embargo, este proyecto aún está en fase conceptual y difícilmente llegará a tiempo para cubrir el vacío operativo que dejarán los Harrier.

En ese contexto, la experiencia reciente de Turquía podría ofrecer una vía posible. Ankara, operadora de un buque gemelo del Juan Carlos I —el TCG Anadolu, construido bajo diseño español—, fue excluida del programa F-35B, y ha optado por desarrollar una aviación naval no tripulada como solución alternativa.
En noviembre de 2024, el dron Bayraktar TB3 logró despegar y aterrizar de forma autónoma en la cubierta del Anadolu, sin necesidad de catapultas ni cables de frenado. Este UAV armado, con alas plegables y capacidad para operar desde pistas cortas con ski-jump, fue concebido específicamente para buques tipo LHD sin capacidad CATOBAR, como los españoles.
El TB3, junto al avión de combate no tripulado KIZILELMA, conformará el núcleo del ala embarcada turca y representa una de las primeras implementaciones reales de un componente aeronaval de ala fija completamente no tripulado. Este enfoque emergente podría ofrecer a la Armada Española una alternativa de compromiso, pero con valor táctico, si se opta por mantener operativo el Juan Carlos I pese a la renuncia al F-35B. Airbus y Navantia ya están ya están trabajando en el concepto.
El Ejército del Aire aún tiene margen
A diferencia de la Armada, el Ejército del Aire y del Espacio cuenta con más tiempo para definir el reemplazo de sus últimos EF-18M, que podrían mantenerse en servicio hasta 2035. En paralelo, ya se ha concretado la compra de 45 Eurofighter Tranche 4 bajo los programas Halcón I y II, y no se descarta una futura versión avanzada bajo el concepto LTE (Long Term Evolution).

Aunque el teniente general Francisco Braco Carbó, jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire y del Espacio, ha descartado incorporar más Eurofighter en el corto plazo —aludiendo a los riesgos de operar una flota homogénea—, fuentes del ámbito castrense reconocen que el F-35A sigue siendo considerado internamente como la opción preferida para cubrir el período de transición hasta la llegada del FCAS, debido a su madurez tecnológica y sus capacidades furtivas. “No tenemos una alternativa de quinta generación con stealth avanzado. Esa es la realidad”, admitió el almirante general Teodoro López Calderón, jefe del Estado Mayor de la Defensa.
Tensiones políticas con EE.UU. y autonomía estratégica
La decisión de España se da en un clima de fricción con Washington, especialmente tras la cumbre de la OTAN en La Haya, donde el presidente Pedro Sánchez se desmarcó del compromiso de elevar el gasto militar al 5% del PBI, meta impulsada por Donald Trump. El mandatario estadounidense fustigó a Madrid públicamente, y sugirió aplicar aranceles si España no acompaña los compromisos de defensa colectiva.
Más allá de lo político, el F-35 genera resistencias incluso dentro de las propias Fuerzas Armadas europeas: altos costos operativos, falta de acceso a tecnologías críticas, restricciones de uso impuestas por EE.UU. y aumentos unilaterales de precios han generado controversias en países como Suiza. La dependencia tecnológica —y política— sigue siendo uno de los grandes obstáculos para su adopción.
Mientras una docena de países europeos ya opera o planea operar el F-35, España refuerza su apuesta por el FCAS y busca mantener la coherencia con su política de autonomía estratégica. Pero el costo inmediato de esa coherencia será la pérdida de capacidades clave, particularmente para la Armada, que se verá obligada a repensar por completo su concepto de aviación embarcada si quiere mantener relevancia en escenarios de combate aeronaval del futuro.
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