Boeing 777 desciende bruscamente 2.400 metros tras encontrarse con turbulencia severa
Un Boeing 777-300ER de Turkish Airlines sufrió una descenso abrupto de casi 8.000 pies (aproximadamente 2.400 metros) después de que la tripulación enfrentara fuertes turbulencias sobre Islandia, según revelaron los investigadores.
Aunque el informe fue publicado recientemente, el incidente ocurrió el 13 de febrero de 2023, cuando los pilotos, tomados por sorpresa, intentaron recuperar el control de la aeronave con maniobras agresivas y descoordinadas.
Durante el vuelo, que se encontraba a una altitud de crucero de 35.000 pies, la tripulación realizó movimientos rápidos y opuestos en los controles, junto con variaciones bruscas de potencia, que fueron compensadas automáticamente por el autothrottle.
El avión descendió a una velocidad de hasta 17.100 pies por minuto, lo que activó en varias ocasiones el stick-shaker (alarma de pérdida) y lo llevó a un estado de exceso de velocidad, alcanzando los 368 nudos, unos 18 por encima del máximo permitido.
Según la investigación de la Autoridad de Investigación de Accidentes de Islandia (RNSA), la intensidad del descenso fue tal que la velocidad vertical del viento era "solo una fracción" de la tasa de caída del avión, lo que sugiere que algo más que la turbulencia contribuyó a la gravedad del evento.
En ese momento, a bordo se encontraban dos comandantes y un primer oficial en entrenamiento. El primer oficial, con apenas 38 horas de vuelo en ese tipo de aeronave, era quien pilotaba mientras el comandante descansaba fuera de la cabina.
A pesar de que no hay grabaciones de voz disponibles, el análisis de los datos de vuelo mostró una corriente de aire descendente y un aumento del viento de cola, lo que requirió un aumento de la potencia de los motores para compensar la pérdida de velocidad del aire.
Se detectaron oscilaciones de aceleración y ángulo de ataque, así como fluctuaciones verticales causadas por corrientes ascendentes y descendentes, lo que llevó a la tripulación a reducir la potencia al mínimo técnico.
Cuando la velocidad del aire aumentó, la potencia fue nuevamente reducida, provocando un nuevo descenso pronunciado, incluso cuando el autothrottle intentaba incrementarla, según reporta nuestro medio asociado, AEROIN.
Con el avión descendiendo a 1.360 pies por minuto y el stick-shaker activado nuevamente, el primer oficial empujó el control hacia abajo, lo que desconectó el piloto automático e inclinó el morro del avión.
El comandante intervino, pero no comunicó claramente que retomaba el control, lo que generó una situación confusa con ambos intentando pilotar al mismo tiempo.
La situación se agravó cuando el avión alcanzó una inclinación negativa de 18,3 grados y una tasa de descenso superior a 9.000 pies por minuto. Finalmente, tras una serie de maniobras opuestas, la aeronave logró estabilizarse y comenzó un ascenso, con el piloto automático reactivado.
Desde la torre de control de Reikiavik intentaron contactar varias veces a la tripulación durante la caída, pero no hubo respuesta hasta que se recuperó el control. Uno de los pilotos respondió visiblemente sin aliento, mencionando la severidad de la turbulencia.
El avión ascendió a 31.500 pies, donde volvió a encontrar turbulencia prolongada, por lo que descendió a 28.000 pies.
Tras mejorar las condiciones, el comandante regresó a la cabina y asumió el control, mientras la tripulación aceptó ser desviada de una zona afectada por un SIGMET (advertencia meteorológica significativa).
Aunque se evaluó la posibilidad de desviar el vuelo a Glasgow o Copenhague, se decidió continuar a Estambul, donde se solicitó asistencia médica. Sin embargo, esta decisión provocó la sobrescritura del grabador de voz de la cabina, que solo conserva grabaciones de las últimas dos horas.
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