Hasta que Un Día, Se Acabe La Suerte
Como cada tanto, en este espacio de aviación hay que hablar de estas cosas. Hay que terminar agradeciendo a la suerte, y haciendo el mismo llamamiento a la cordura. Esta vez, por dos razones.
Esta mañana temprano, veía este tuit de Facundo Landívar, periodista:
Acá se pudrió todo, la gente sale a la pista a buscar las valijas. Caos mal. pic.twitter.com/sSHsSWcfVY
— Facundo Landívar (@flandivar) 23 de diciembre de 2017
El contexto es simple: con la tormenta de anoche, en Ezeiza estaban paralizadas las operaciones de rampa. Esto provocó la ira incontenible de los pasajeros, que abrieron una puerta para llegar a la plataforma y recuperar sus valijas, ya que los inoperantes empleados de rampa no estaban trabajando.
Sí, así como lee.
Déjeme pasarlo en limpio: Como en cada aeropuerto del mundo cuando hay tormenta con actividad eléctrica, las operaciones del personal autorizado a operar en plataforma se suspenden, porque hay serios riesgos de recibir el impacto de un rayo. Exagera Diazpez? Créame que no. Veamos.
Este operario zafó de casualidad, y se recupera de serias quemaduras. Pero hubo otros casos en los que no terminó bien.
Uno podría pensar que estos dos son casos aislados, pero no.
Y si le hace esto a una plataforma…
Pero acá, en los aeropuertos locales, la culpa es de los operadores de rampa. Que son vagos, que no quieren trabajar. Acá la gente se ampara en el supuesto anonimato de la masa, y sale a plataforma a recuperar sus valijas. Los mismos pasajeros que se comen un vuelo cancelado y aeropuerto cerrado en París con una templanza de monje budista, acá no pueden esperar una hora (dos, cinco, doce) porque un trabajador sigue una reglamentación que mitiga riesgos de accidentes. Y deciden tomar cartas en el asunto. Y el día que pase una tragedia, ahí sí: empezamos el operativo clamor, la toma de conciencia, la búsqueda infructuosa de responsables. El pedido de justicia. De castigo a los culpables.
Responsables y culpables. Volveré sobre eso en un momento.
La otra situación, que requiere de responsables y culpables, es lo que le pasó al LV-FQZ, aproximando a Aeroparque ayer. Como ya vimos y hasta anticipamos, uno de sus motores ingestó un drone.
Otra vez, de casualidad, no terminó con el motor roto del todo: el análisis boroscópico del gaspath determinó que no hubo daños en el circuito interno, y sólo implicará un recambio de álabes. Pero nuevamente, la suerte que interviene a favor.
Cuáles son las chances de que un drone voltee un avión? Cercanas a nulas. Cuáles son las chances de que un pasajero juegue a Indiana Jones por una valija despachada y justo le pegue un rayo? Es un juego de posibilidades.
Lo que sí, estadísticamente, mientras más veces pasen estas giladas, más chances de que salga mal y terminemos todos llorando gente. Y se aplica a todas las áreas de la industria aerocomercial: desde las frecuencias saturadas hasta el imbécil que opera un drone en cabecera de un aeródromo. Mientras más veces hagamos las cosas mal, las chances de que eso tenga consecuencias aumentan proporcionalmente.
Y hablábamos antes de responsables y culpables. Culpables son los que generan el riesgo: el nabo del drone, el pasajero que no puede esperar. Pero el responsable es la PSA, que cuando hay lío con los pax, desaparece y deja librado a la buena de Dios a los empleados de mostrador, que son víctimas de agresiones varias por cumplir con su laburo. Simplemente por eso, por la arrogancia y la prepotencia soberbia de un gil que cree que pagar un pasaje de avión le da derecho a considerar que tiene esclavos que deben cumplir con su voluntad.
Es responsabilidad de la PSA detectar, perseguir y procesar a los que operan drones que ponen en riesgo la operación aérea, incumpliendo reglamentación vigente. Es responsabilidad de la PSA garantizar que las áreas de acceso restringido de un aeropuerto sean respetadas. La PSA lo único que sí sabe hacer cumplir es la prohibición de sacarle fotos a los aviones. Ah, eso sí. Para eso, son el Seal Team Six.
Es hora de cortar con hacerse el otario, hacer lo que corresponde y entender que la seguridad operacional no es joda. Es eso, o intentar adivinar cuándo va a pasar aquello que no queremos que pase, mientras hacemos todo para que ocurra.
Hagan sus apuestas.