[Opinión] ANAC, las aerolíneas y la imposibilidad de hacerse cargo
Con mi grupo de amigos del barrio hace unos años estuvimos unos cuantos meses tratando de coordinar un horario para retomar el histórico partido de fútbol 5 que cuando adolescentes era un clásico infaltable de todos los domingos a la tarde. Finalmente, después de arduas negociaciones, quedamos en los martes a las 23:00.
Duró poco, porque la cancha empezó a cerrar a las 22:00. Sin quererlo, una disposición ajena a nosotros mató el clásico de toda la vida y a más de uno lo retiró del fútbol. Pudimos haber buscado otra cancha, claro que sí. Seguimos jugando otros partidos, con otros equipos. Pero esa coyuntura, por el momento se ha vuelto irrepetible. Por decisión propia, pero fuertemente influidos por un factor exógeno.
A partir de la Decisión Administrativa 268/21, en la que se determinó la suspensión de vuelos entre Argentina y México, Brasil y Chile y el establecimiento gradual de un límite de 2000 plazas diarias a los vuelos internacionales, que a su vez provocó la suspensión de las autorizaciones de vuelo otorgadas a los operadores y la necesidad de solicitar autorizaciones nuevas.
¿Cómo respondieron los operadores a estas medidas? Simple: redujeron las solicitudes de operaciones a un mínimo y decidieron cancelar varios vuelos porque el descenso de la demanda impide una rentabilidad mínima (difícil hablar de ganancia en este contexto). Entonces, ante el revuelo y la falta de información, surgen las novedades sin un orden. Las empresas hablan de suspensión y cancelación, responsabilizando a la autoridad aeronáutica. Cabe preguntarse entonces qué dice la autoridad aeronáutica.
ANAC salió por Twitter ayer a desmentir a los operadores, indicando que no ha suspendido vuelo alguno, y responsabiliza a las aerolíneas por la decisión de cancelar operaciones. Aduce que las decisiones de los operadores pueden ser comerciales, y que las modificaciones a los horarios de vuelos responden a la necesidad de espaciar los arribos para poder cumplimentar con los controles sanitarios sin aglomeraciones.
ANAC informa que no se han suspendido operaciones regulares de ninguna aerolínea que no provenga o se dirija a México, Brasil o Chile.⬇️
— ANAC (@ANACargentina) April 2, 2021
Bien, entonces uno puede preguntarse: ¿Quién tiene razón? ¿Quién dice la verdad? y por contraposición, ¿Quién miente?. La respuesta no los sorprenderá: para las tres preguntas, los dos. Y ninguno.
Corramos del centro por un momento lo que debe estar necesariamente en el centro: la cuestión sanitaria. Es absolutamente entendible que se necesite espaciar los arribos. Si tuvimos un año y pico para entender que la distancia social es uno de los grandes factores para evitar contagios, poder disponer de un método que limita los contactos entre pasajeros parece razonable. ¿Habrá otras opciones? Es muy probable. Pero ante el hecho consumado, volvamos a poner el caballo adelante del carro y no perdamos de vista la prioridad sanitaria por sobre el requerimiento operacional.
Es cierto que el contexto de las restricciones de cara a la segunda ola demolieron cualquier atisbo de recuperación del sistema aerocomercial. Es igualmente cierto, e ineludible, que la decisión de suspender o cancelar operaciones ante la disminución de la demanda y las nuevas restricciones responde a una evaluación comercial. Parece mentira que, a esta altura del campeonato, haya que andar recordando que la misión y visión de la gran mayoría de las compañías aéreas es ganar plata. O por lo menos, perder el mínimo indispensable. Bajo este contexto, las compañías salen a aclarar que los vuelos se suspenden o cancelan por las regulaciones de ANAC, y técnicamente razón no les falta. Pero omiten el detalle de que la decisión es propia. Porque no garpa, claro.
Ahora, es también ineludible entender que esa decisión tomada por la compañía responde a un contexto regulado por la autoridad aeronáutica. Por lo cual, a menos que el sesgo sea ridículamente insuperable, es fácil ver que ANAC cumple con creces su parte de demonizar al opuesto en esta cuestión para exculparse, cuando no lo necesita.
Llevada por la coyuntura, la autoridad aeronáutica se desentiende de la situación creada por una decisión administrativa emanada del gobierno al que responde. Se muestra proactiva en redes sociales para lavar culpas mientras que a la hora de comunicar las condiciones bajo las cuales se van a regir los vuelos internacionales peca fuerte, como mínimo, de ambigua.
En lo que a reglamentación respecta, una decisión mal comunicada es casi una mala decisión. Genera confusión, aporta al caos. Y lo sucedido el sábado pasado, cuando los operadores recibieron un escueto mail que requirió una aclaración por redes sociales que hubiera sido innecesaria si la comunicación inicial hubiera sido eficiente, es una de las muestras más claras de la cuestión.
ANAC tiene todo el derecho del mundo -dentro de su área de aplicación- a imponer las condiciones que crea necesarias para la operación de vuelos. Las compañías tienen todo el derecho del mundo a dar de baja vuelos que les reportarán pérdidas sustanciales.
Volviendo a las tres preguntas, si los dos tienen razón, ninguno la tiene. Y si las compañías y la autoridad aeronáutica eligen descargar la responsabilidad de una decisión propia al otro, evidentemente fallan en un elemento clave: hacerse cargo. Los operadores deberían hacer uso del derecho de programar sus operaciones del modo que mejor responda a sus intereses teniendo en cuenta las coyunturas de los países donde operan, y bancarse las consecuencias de esa programación. Desmitificar la misión, porque al final de cuentas, el que manda es el negocio.
ANAC deberá entender que la mayoría de las compañías que operan vuelos comerciales tienen como objetivo -más allá de lo que digan sus slogans y presentaciones sobre pasión, conectar gente y todas esas cosas que quedan lindas en los focus groups- ganar dinero. O no perder. No todas las empresas de aviación tienen un bolsillo sin fondo, aún en estos tiempos de intenso rescate estatal.
Entonces, la Administración debería redireccionar su energía en comunicar apropiadamente las decisiones que toma, otorgar la mayor previsibilidad que esta coyuntura sanitaria permita y sobre todo, entender que las regulaciones que impone afectan al sistema que regula. Para eso las impone. Eso espero de ella.
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