Operación “Tela de Araña”: el mayor golpe a la aviación rusa
Drones escondidos en camiones permitieron un golpe letal a la retaguardia rusa
En la madrugada del 1 de junio, Ucrania ejecutó la operación "Tela de Araña", una ofensiva sin precedentes que habría alcanzado cuatro bases aéreas rusas: Olenya (Murmansk), Belaya (Irkutsk), Diáguilevo (Ryazan) e Ivanovo. Utilizando drones FPV ocultos en camiones y activados de forma remota, el Servicio de Seguridad de Ucrania (SBU) logró destruir o dañar más de 40 aeronaves, incluyendo bombarderos estratégicos Tu-95MS, Tu-22M3, Tu-160 y al menos un avión de alerta temprana A-50.
Este ataque, planeado durante más de 18 meses, demostró la capacidad de Ucrania para penetrar profundamente en territorio ruso y golpear activos estratégicos de alto valor, infligiendo daños que algunas estimaciones sitúan por encima de los 2.000 millones de dólares. Las bases atacadas se encuentran a cientos o incluso miles de kilómetros del territorio ucraniano, lo que subraya tanto la profundidad operativa alcanzada como la vulnerabilidad del sistema de defensa interna ruso frente a infiltraciones encubiertas y sabotaje.
Un golpe sin precedentes: más de 40 bombarderos alcanzados
De acuerdo con reportes preliminares de fuentes ucranianas citadas por medios internacionales como AP News y The Sun, más de 40 aeronaves fueron destruidas o severamente dañadas. Entre ellas se incluirían:
- Tu-95MS, principales vectores rusos de misiles de crucero,
- Tu-22M3, bombarderos supersónicos de alcance medio,
- Tu-160, bombarderos pesados de ala variable,
- y al menos un avión de alerta temprana A-50.
La pérdida o inhabilitación temporal de semejante volumen de medios estratégicos representa uno de los mayores golpes sufridos por la aviación rusa en su historia moderna, con impacto directo sobre su capacidad de disuasión nuclear y proyección convencional de largo alcance.
Fuentes OSINT indican que los drones, activados desde contenedores disimulados cerca de las bases, lograron evadir las defensas antiaéreas rusas, explotando las limitaciones de cobertura y tiempo de reacción de sistemas como el Pantsir-S1 y el S-400.
El Ministerio de Defensa ruso reconoció los ataques, pero intentó minimizar sus efectos operativos, en una estrategia ya conocida frente a ataques previos.

Más vale maña que fuerza
La operación "Tela de Araña" se inscribe en una línea evolutiva de ataques en profundidad que Ucrania viene desarrollando desde diciembre de 2022, cuando logró impactar por primera vez la base de Engels, empleando drones modificados de la era soviética. En aquella ocasión, dos Tu-95MS y un Tu-22M3 resultaron dañados, lo que obligó a Rusia a replegar parte de su aviación estratégica hacia regiones más alejadas del frente.
Entre los vectores empleados se destacaron los viejos drones de reconocimiento Tu-141 Strizh, readaptados con cabezas explosivas improvisadas y sistemas de guiado casero. Aunque rudimentarios, estos medios demostraron ser capaces de superar las defensas aéreas rusas y golpear con efectividad durante momentos críticos, como las fases previas a grandes oleadas de misiles.
La sofisticación progresiva de estas tácticas quedó también de manifiesto en febrero de 2023, cuando partisanos bielorrusos, presuntamente coordinados con Ucrania, lograron dañar un A-50U en la base de Machulyshche empleando pequeños drones comerciales. Aunque la magnitud del daño fue cuestionada posteriormente mediante imágenes satelitales, el episodio reflejó un salto cualitativo en cuanto a audacia, inteligencia y precisión operativa.
Un ataque estratégico de bajo costo
La operación "Tela de Araña" representa un punto de inflexión en la guerra. No sólo por el volumen de destrucción alcanzado, sino porque cuestiona la noción misma de retaguardia segura en un conflicto de alta intensidad.
El uso de drones FPV —baratos, ágiles, fáciles de operar y extremadamente difíciles de interceptar— demuestra que tecnologías de bajo costo pueden nivelar parcialmente el campo de batalla entre actores con capacidades militares muy dispares. Por apenas miles de dólares por unidad, junto con el apoyo de una red de inteligencia y logística encubierta, Ucrania logró asestar un golpe que, según fuentes OSINT, habría afectado a la mitad de la flota rusa de bombarderos estratégicos Tu-95 Bear, los principales portadores de misiles Kh-101 y Kh-555.

La degradación resultante de la capacidad rusa de ataque en profundidad es significativa, y sus efectos podrían sentirse en futuras campañas de misiles, tanto contra Ucrania como contra otros blancos estratégicos.
Pero más allá del plano material, el ataque envía un mensaje político y doctrinario: ningún punto del mapa ruso es intocable. El Kremlin se ve ahora forzado a replantear su concepto de defensa estratégica interna, mientras que otros países deberán tomar nota de cómo un adversario supuestamente débil puede infligir daños devastadores con medios no convencionales.
La irrupción masiva de los drones —por su bajo costo, velocidad de producción, facilidad de operación y dificultad de neutralización— está transformando la guerra moderna. Ya no sólo se redefine el combate en el frente, sino también la forma en que se estructuran las estrategias nacionales de defensa, disuasión y seguridad interna. Ante esta nueva realidad, la correlación tradicional de fuerzas comienza a difuminarse, abriendo paso a un escenario donde la astucia, la inteligencia y la innovación tecnológica pesan tanto como el tonelaje y el presupuesto.
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